Nuestra piel es la fábrica natural de vitamina D y necesita niveles saludables para algunas funciones clave. Éstas incluyen:
Controlar la división celular
La vitamina D controla cómo se dividen las células en las capas de nuestra epidermis, por lo que es muy importante para mantener el grosor de nuestra piel. Unos niveles saludables de vitamina D significan una epidermis más tersa con un menor riesgo de hiperqueratinización (lo que provocaría piel áspera y congestión).
Mantener la función de barrera
La vitamina D trabaja para mantener múltiples elementos de la barrera de la piel. Con niveles saludables de vitamina D y la buena función de barrera resultante, la piel pierde menos agua (lo que lleva a una piel más hidratada) y nos protege mejor de los factores estresantes externos (lo que reduce la sensibilidad y la inflamación).
Apoyar un microbioma saludable
La vitamina D permite que nuestra piel produzca más péptidos antimicrobianos (AMP), que son sustancias importantes que mantienen a raya a los microbios dañinos y respetan los microbios beneficiosos de la piel. Esto permite que la piel cultive un microbioma más saludable, que es la base de la salud general de nuestra piel.
Reducir la inflamación
La inflamación crónica de la piel es una de las principales causas del envejecimiento prematuro. La vitamina D juega un papel muy importante en la regulación del sistema inmunológico de nuestra piel. Con niveles saludables, se pueden controlar nuestras respuestas inmunitarias y se puede resolver la inflamación, lo que ralentiza el ritmo de envejecimiento y mejora la salud subyacente de la piel.
La vitamina D tiene otros beneficios clave, incluida la actividad anticancerígena: nuestras posibilidades de sufrir cáncer de piel aumentan cuando nuestra piel no tiene suficiente.
Tu piel estará más sana si le das la oportunidad de producir la vitamina D que necesita con sesiones cortas y seguras al sol. Y recuerda siempre: no te quemes.